Lo primero que recuerdo es su seriedad. Era director del Instituto de Biología de la UNAM. Con sus imponentes anteojos, pipa en mano, caminó hacia mí. Fue cortés, punto. Me escuchó paciente. Mi primer empleo lo obtuve en la UNAM y allí pasé casi cuatro décadas con diferentes responsabilidades. Allí me formé. Mi misión ese día -principios de los ochenta- era amarga. Devaluación de por medio, dólares, libras, yenes y demás divisas, volaban en las nubes. Se debía revisar uno por uno a los becarios que estaban en el exterior. Sólo los imprescindibles recibirían apoyo. ¿Quiénes eran?

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