Existe una gran similitud y una diferencia significativa entre la tragedia de los cinco ejecutados de Nuevo Laredo en este sexenio, y los casos análogos durante las dos administraciones pasadas. La semejanza es obvia: se trata de ejecuciones extrajudiciales, por las Fuerzas Armadas (en este caso el Ejército, en otros la Marina o la Guardia Nacional), seguido de un esfuerzo de encubrimiento y simulación, así como de acusaciones absurdas: eran sicarios, estaban armados, dispararon (“se produjo un estruendo”).

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