Noche fría, caminamos por la plaza mayor
de nuestro país, entre las edificaciones que han sido testigos mudos de mil
batallas. Esa extraña y simbólica conjunción del Poder Ejecutivo, el Palacio
Nacional, donde murió Juárez, hogar del salón neoclásico, donde se asentó la
Cámara de Diputados desde 1829. Allí se discutió y promulgó la Constitución de
1857, con presencia masónica, además de otras leyes centrales. Allí ocurrieron
importantes juramentos presidenciales. Ese Palacio que, paradójicamente, es
símbolo de la República, rodeado de agresivas mamparas metálicas que cortaban
el paso por la bella calle de Corregidora.


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