Ateo supone tener el conocimiento de la no existencia de Dios. Agnóstico se acerca más: no se niega la existencia de Dios, pero sí el acceso de los humanos a los absolutos, Dios incluido. Deísta: se acepta la existencia de un ser supremo, pero sin la creencia en revelaciones divinas. Yo encontré acomodo en una
expresión de Victor Hugo: “lo evidente invisible”. Está en todas partes en una flor, en un árbol, cuando se mira al cielo o se sumerge uno en el mar.