Julio María Sanguinetti, ese gran personaje, lanza: “…contra lo que se dice, la década de los ochenta no es una década pérdida -se refería a la economía- …para América Latina fue de avances democráticos. Pero ahora, todo se ve diferente”. Esto debe haber sido alrededor del 2010. Castro seguía en el poder. Nicaragua ya era presa de la dictadura orteguista. Honduras entre golpes y violencia. Argentina de regreso a las corruptelas del peronismo. Y Hugo Chávez, sí, el mismo que intentó un golpe contra Carlos Andrés Pérez, gobernando Venezuela y asfixiando a la democracia de su país. Montado en una represión brutal en todos los órdenes, estableció nuevos récords. El país considerado en los cincuenta, junto con Colombia y Costa Rica, una de tres únicas democracias del continente, sojuzgado por el Partido Socialista Unido de Venezuela, el instrumento de Chávez para cerrar el paso a cualquier opositor. El exoficial del Ejército golpista, formaba ya el Movimiento Bolivariano. El presidente Rafael Caldera, sobresee la causa y libera a Chávez. Nace el “Movimiento Quinta República” y lo lleva a la presidencia en 1998. Reelecto en el 2000, ganó un referéndum en el 2004, fue reelecto de nuevo en el 2006. La democracia le abrió la puerta, acabó con ella. Sólo la muerte lo sacó del poder en el 2013.