A la memoria de
Alfredo Elías Ayub, que llevaba el verdadero servicio público en las venas.
Un día,
circulando con Peter Eigen por la CDMX, el abogado alemán que tuvo la visión de
fundar de Transparencia Internacional y poner en la agenda del mundo el tema y
sus costos, Peter me sorprendió con una pregunta. “¿Cómo, esta calle se llama
Revolución? En Alemania eso estaría vetado”. Después de la terrible experiencia
del ascenso del nazismo apoyado en la estructura legal de la República de
Weimar, la Constitución de 1949 fue tajante. Todos los partidos deben defender
el orden constitucional. La dignidad humana, los derechos humanos son
inviolables e inalienables. Le llaman “Cláusula de la eternidad”, ninguna
mayoría parlamentaria puede restringirlos. ¿Qué dirían de la PPO? Los partidos
anticonstitucionales están prohibidos y los existentes están obligados a
promover la democracia. Ese día traté de explicarle que la Revolución Mexicana,
la de Madero, había desplazado a una dictadura y ello había dado cauce a un
gran enfrentamiento con quizá un millón de muertos. El eje fueron los derechos
sociales, agrarios, laborales, entre otros. Me escuchó meditando.