El patrimonialismo es un régimen político en el que quien gobierna entiende lo público como suyo, y por ello lo reparte entre parientes y amigos. El país ha enfrentado históricamente ese vicio que corroe la racionalidad administrativa y dificulta la construcción de un Estado competente. Pero se puede enfrentar. El Banco de México, sin problemas de corrupción conocidos y con personal reclutado con base en el mérito, contrasta con lo que sucede en Pemex.