Se ha vuelto una verdad consagrada el llamado pacto faustiano que concretaron primero Trump y López Obrador, y luego el mismo presidente mexicano con el sucesor de Trump. A cambio de hacer el trabajo sucio de Estados Unidos en materia migratoria, la Casa Blanca se ha hecho de la vista gorda en todos los demás asuntos de la agenda bilateral, incluyendo algunos que podrían considerarse como de índole interna mexicana.