En un niño es difícil imaginarla. Es complicado explicárselas. Pero es parte de su introducción al mundo. Se llama maldad. Cuando aparecen las travesuras, esas pequeñas acciones de “poca trascendencia” -dice la Academia- hay mucho que festejar. Travesear es el verbo que describe ese movimiento inquieto que delata lo que, al final, es un juego. Pero las fronteras existen y, con el tiempo, se vuelven muy claras.