“No reelección”, fue la segunda parte de la demanda en el levantamiento de Francisco I. Madero y también regla de oro del régimen priista. Sigue siendo parte integral de nuestro sistema político en lo que se refiere a presidente y gobernadores. Condiciona los tiempos, las acciones y las expectativas de los actores políticos, obliga a la circulación de las élites políticas y el poder del Ejecutivo, grande como es, se limita a seis años.
Durante la hegemonía priista se requería de un proceso sucesorio que mantuviera la unidad. Cuando eso no se conseguía, la elección presidencial se volvía un riesgo para el gobierno, tal como sucedió en 1988 cuando Carlos Salinas de Gortari compitió contra la disidencia priista encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas. Cárdenas tuvo tanto éxito en la elección que el sistema de conteo de votos se ”cayó”. Morena es el heredero de esa escisión priista.