Los incidentes —o estallidos— de violencia en Guadalajara, Guanajuato, Ciudad Juárez y Baja California la semana pasada despiertan un número importante de interrogantes. Dejando a un lado las teorías conspirativas —que normalmente a mí me encantan, pero en este caso son absurdas—, existe la duda sobre si hemos rebasado ya un nuevo umbral en materia de violencia y de potencia