De nuevo subió al pódium. Miró sereno a la banda engalanada, estaba en Mónaco. Nuestro himno
nacional se escuchó con una cadencia suave. De pronto -al joven, pero muy curtido corredor de F1- lo invadió la emoción, el sentimiento patrio, la responsabilidad. Una vez más, logró que nuestra bandera y nuestro himno fueran el centro de la ceremonia. Muchos mexicanos vibramos con él, se lo agradecimos. ¡Qué orgullo!